MARIA ANTONIETA: LA INDOLORA MIRADA.
por Miguel Angel Vidaurre.
Los filmes históricos al igual que los de corte épico son grandes cajas de resonancias que amplifican en algunos casos la magnitud colosal de la empresa – Intolerancia de Griffith , Cleopatra de Joseph Leo Mankiewicz hasta Troya Wolfgang Petersen – o el intinerario obsesivo del autor aventurero – Herzog – o la encarnación de una crisis vital e histórica – Visconti. Existen diversas justificaciones para operar desde el interior de la estrategia del gran espectáculo del cine histórico pero en general todos se vinculan al menos en apariencia a una fascinación no admitida por las texturas, la superficie fílmica como plano pictórico o el espacio trabajado con minuciosidad arquitectónica como si todo se tratase de construir la maqueta más primorosa o la cárcel imaginaria más rocambolesca posible.
En el filme histórico el argumento – a pesar de lo difundido por las productoras o los guionistas – tiende a ser una excusa para operar desde la materialidad concreta de la escenografía, el vestuario o el modelo digital. Aquello que se narra en estos filmes por lo general tiende a poseer una característica ideológica moldeable a cualquier contexto, sin embargo la posibilidad de construir estas máquinas bidimensionales del tiempo enloquece hasta al autor más austero. Pasado o futuro el asunto es la grandilocuencia o el virtuosismo, la obsesión manierista por el detalle o el gesto apabullante del tenebrismo barroco. La manera se impone en contra de las apariencias en el filme de época y es frente a esta manera que el espectador tiende a ceder y se deja llevar por sus profundas superficies, el resto es pura fábula.
Mientras más lejos en el tiempo, la fascinación por la manera es más potente y el interés por el argumento disminuye. En tanto el objeto de nuestro deseo toma mayor distancia de nuestra cotidianeidad nuestra fijación en la superficie aumenta: poco importa si es pasado o el futuro en ambos movimientos nos encontramos frente a un filme de fijación de superficie, nos atrapan los detalles de la reluciente nave espacial como las inscripciones de la espada del centurión romano.
El filme de Sofia Coppola es historia ficción y por lo tanto me desprendo de los supuestos vacíos de orden histórico que pueda contener. Versalles se presenta como un escenario rococo, un universo aislado y decorativo que solo opera como una cajita de joyas, un laboratorio de ensueño que encierra el vacío de una superficie demasiado pulida con la inocuidad de un estribillo pop: suavidad, decorativo e insulso. Es la belleza de una buena vitrina o la supuesta trasgresión de una pasarela de moda. No hay necesidad de contrataque, María Antonieta es un objeto de consumo endulzante similar a un bonito pisa papeles, es decir que no molesta, es agradable a la vista, incluso puedo juguetear con su textura, pero finalmente lo abandono en algún lugar del escritorio. Sin embargo es cierto que en la frivolidad y en la distancia de lo transparente se puede encontrar la cortante frialdad de la ironía y el ingenio, pero no es el caso, pues el ingenio precisa de cierto grado de mala fe, una posibilidad de lucidez travestida de floritura, y no una ingenuidad digna de Pollyanna.
No hay problemas en construir tramas livianas que parecieran no poseer la exagerada y maciza estructura de la mayoría de los filmes de corte industrial-clásico, incluso es posible que lo mejor del filme sea su aparente falta de estructuras dramáticas convencionales – esa sensación de mecerse en una constante indefinición del tono y el carácter de la obra – que nos puede llevar a suponer la existencia de un guión de bajo nivel de indicaciones y un trabajo dominante en orden al diseño del filme, al estilo del trabajo de Wong Kar Wai y Christopher Doyle con sus escaletas visuales o actualmente con el trabajo de Pen-ek Ratanaruang (Last Life In the Universe y Invisible Waves).
"En una película de Wong Kar Wai no tienes guión; tienes un gran grupo de personas, y encuentras la película. Y algunas de las películas son realmente hermosas. En Occidente", contrapone, "tienes a Shakespeare, y la cagas. Tienes a Ibsen y la cagas. ¿Cuántas buenas películas sobre Ibsen han visto? ¿Y cuántas buenas sobre Shakespeare? Dos o tres tal vez interesantes, pero ¿cuántas se han hecho? ¡Trescientas! Entonces el guión no es funcional. Shakespeare escribía obras muy estructuradas. Aquí volvemos a la pregunta. ¿Cómo incluyes personalidad, clima, dificultades y errores en tu película? Ésa es la manera asiática, creo. Y ciertamente es mi manera, porque yo soy un error. Nací cinco meses después del matrimonio de mis padres”. (Entrevista a Doyle extraida de la revista Mabuse)
El modelo de Sofia Coppola no parece operar en estos límites sino más bien simularlos. Tanto en “Las vírgenes suicidas” como en “ Lost in traslation”, la estructura narrativa parece debilitarse pero no alcanza los reales niveles de reconstrucción a la cual ha sido llevada por autores norteamericanos desde Cassavetes a Jarmusch, y por un sinnúmero de autores asiáticos, con dos extremos preclaros, el esteticismo “casual” de Kar Wai y el minimalismo sucio de Tsai Ming Liang, lo cual no es una exigencia sino una simple comparación. En tanto en algunos autores la marca de la ausencia argumental se hace patente en toda su fuerza, no como carencia sino como hallazgo material, en Maria Antonieta se insinúa más como una debilidad estructural de un guión de corte clásico.
Es posible que la mayor fricción con el filme no provenga de la visión de María Antonieta como si se tratase de una pobre chica rica al estilo de 90210, en los 90 Gregg Araki probo la operación con sus filmes de tono pastel y crisis existenciales de adolescentes satisfechos en “Doom generation” y aún más en “Nowhere” con muy buen rendimiento, ni mucho menos la intervención de una banda sonora contemporánea – asunto que no solo no llega a molestar sino que incluso atenta contra el filme al otorgar al espectador un fondo musical en el cual depositar una distraída mirada – sino la carencia de impacto de sus imágenes, pues a diferencia del manierismo vulgarizado de un Derek Jarman, o del cultismo pictórico y barroquizante de un Visconti o un Greenaway, la propuesta Versallesca de Sofía Coppola es tan indolora que deviene en filme decorativo, un filme caniche.